¿Qué darían por tener una empresa en la que sus clientes no sólo consuman su producto, si no que lo hagan con fervor? Una hazaña lograda por pocas corporaciones tras largos años de extensas campañas de todo tipo de marketing y publicidad, de boca a boca, de cambios digitados en el producto, de estudios de mercado intensos... pero, son McDonald's o Coca Cola las únicas que pueden lograr esto? Conseguir que no sean solo clientes consumidores, si no fans? Crear una filosofía de consumo alrededor de un producto específico?
Como las dos empresas del ejemplo hay algunas otras, pero pocas en fin, en relación al mercado mundial. Y una sola, las puede superar a todas juntas, recaudar más, miles de millones más, mover a miles más, paralizar estados enteros, o unir pueblos de punta a punta.
El deporte, por lo general, y más en los últimos cien años, ha sido explotado hasta el hartazgo, con diferentes suertes en cada disciplina, pero siempre con el objetivo de crecer los ingresos de quienes soportan cada actividad. Y dentro de todas las disponibles, pocas han logrado sobresalir con el movimiento masivo de gente (y, por ende, dinero) que las hace distinguirse en la historia de la humanidad. En ese sentido, y dejando un momento de lado al gigante estadounidense que suele comportarse como una isla con respecto a los gustos mundiales, el fútbol ha tocado niveles ya realmente inimaginables hace apenas una década.
Los ceros en los contratos de los jugadores no alcanzan. Las cláusulas para rescindir el contrato de Lionel Messi roza los 250.000.000 de Euros. Ronaldinho, Kaká, Ronaldo, Schevchenko, Drogba, Van Nilsterooy... Imaginemos ahora los tratos de televisión, de sponsors, de publicidades en el estadio, de derechos de merchandising. Hasta en nuetro país, tan lejano a las realidades económicas del primer mundo, los números que se manejan en cualquier club grande de la Primera División supera el presupuesto de cualquier institución gubernamental, o varias de ellas juntas.
En este ámbito, el manejo del hincha o fan es quizás uno de los elementos más importantes del negocio, y el que más atención requiere. Es digno de los estudios más complejos en psicología y sociología el análisis del pensamiento del hincha de fútbol, siendo el comprador del espectáculo más grande que se haya concebido económicamente hablando, que jamás siente una pizca de remordimiento por destinar un monto determinado a una entrada, un paquete de TV, una camiseta. La satisfacción que le genera hacerlo por su club, es todo lo que necesita para hacerlo nuevamente, indefinidamente. Y es algo difícil de apaciguar, por lo que una vez que se hace una suerte de “adicto” a ese show, será un consumidor de por vida, pasivo o activo.
El quid de la cuestión reside en saber explotar ese sentimiento vivo que el club y las empresas encargadas de la popularización (si es que aún le hace falta) del fútbol agrandan hasta el hartazgo. Y por eso, el fútbol, como negocio multibillonario, es simplemente perfecto.
Como las dos empresas del ejemplo hay algunas otras, pero pocas en fin, en relación al mercado mundial. Y una sola, las puede superar a todas juntas, recaudar más, miles de millones más, mover a miles más, paralizar estados enteros, o unir pueblos de punta a punta.
El deporte, por lo general, y más en los últimos cien años, ha sido explotado hasta el hartazgo, con diferentes suertes en cada disciplina, pero siempre con el objetivo de crecer los ingresos de quienes soportan cada actividad. Y dentro de todas las disponibles, pocas han logrado sobresalir con el movimiento masivo de gente (y, por ende, dinero) que las hace distinguirse en la historia de la humanidad. En ese sentido, y dejando un momento de lado al gigante estadounidense que suele comportarse como una isla con respecto a los gustos mundiales, el fútbol ha tocado niveles ya realmente inimaginables hace apenas una década.
Los ceros en los contratos de los jugadores no alcanzan. Las cláusulas para rescindir el contrato de Lionel Messi roza los 250.000.000 de Euros. Ronaldinho, Kaká, Ronaldo, Schevchenko, Drogba, Van Nilsterooy... Imaginemos ahora los tratos de televisión, de sponsors, de publicidades en el estadio, de derechos de merchandising. Hasta en nuetro país, tan lejano a las realidades económicas del primer mundo, los números que se manejan en cualquier club grande de la Primera División supera el presupuesto de cualquier institución gubernamental, o varias de ellas juntas.
En este ámbito, el manejo del hincha o fan es quizás uno de los elementos más importantes del negocio, y el que más atención requiere. Es digno de los estudios más complejos en psicología y sociología el análisis del pensamiento del hincha de fútbol, siendo el comprador del espectáculo más grande que se haya concebido económicamente hablando, que jamás siente una pizca de remordimiento por destinar un monto determinado a una entrada, un paquete de TV, una camiseta. La satisfacción que le genera hacerlo por su club, es todo lo que necesita para hacerlo nuevamente, indefinidamente. Y es algo difícil de apaciguar, por lo que una vez que se hace una suerte de “adicto” a ese show, será un consumidor de por vida, pasivo o activo.
El quid de la cuestión reside en saber explotar ese sentimiento vivo que el club y las empresas encargadas de la popularización (si es que aún le hace falta) del fútbol agrandan hasta el hartazgo. Y por eso, el fútbol, como negocio multibillonario, es simplemente perfecto.
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