sábado, 27 de septiembre de 2008

Apagando cigarrillos...

Dime como apagas el cigarrillo y te diré quien eres. Algo tan efectivo es simplemente brillante e infalible. O es resultado de otro de esos días de exámenes que atoran las ideas que tratan de salir de la mente, y uno se queda como medio estúpido mirando las costumbres más insignificantes del resto del mundo.

De todas maneras, y sin querer sustituir al estimado Profe, he llegado a la conclusión -super importante y vital para nuestra vida cotidiana y a la forma en que entendemos nuestras relaciones sociales de interacción humana (¿?)- en que la violencia o pasividad, el énfasis o el desinterés, las ganas o no con que se apaga un cigarrillo, son completamente determinantes de la personalidad de quien ha terminado de fumar.

Vamos a lo importante. Hay por un lado gente nerviosa, apurada, de esa que suele llevarse al mundo (literalmente) por delante. Y es la que nunca, jamás, pudo apagar un cigarrillo adecuadamente. Si se fijan, primero viene un golpeteo de la colilla contra el cenicero, saltan algunas pequeñas chispitas, y el cigarrillo parece morir violentamente. Pero dentro de ese frenético descargo, el cigarrillo queda humeando, ya que nunca se apagó. Hagan la prueba, miren a quien apaga el pucho de esa forma, y noten que el 90% de las veces, si no más, tienen que rescatarlo del medio de las cenizas para apagarlo por segunda vez.

Por otro lado, están los contrarios. Esos que comienzan a apretar la brasa con tal delicadeza que parece que tuviesen algún sentimiento con ella. El cigarrillo muere suavemente, no hay ni un poquito de desparramo de cenizas y el humo se extingue casi de inmediato.Una prueba cabal de este tipo de gente: la colilla no se deforma cuando el cáncer empaquetado ya está apagado del todo, fruto de esa pasividad para extinguir uno más del paquete.

Por último (no porque no haya más tipo de apagadores de puchos, sino porque se haría muy largo), están los que no lo apagan, sino que dejan que se extinga. Los guitarreros que ven morir el filtro entre sus dedos mientras terminan esa última estrofa de la canción, los estudiantes que por terminar de leer esa unidad tan difícil lo colgaron del cenicero y lo olvidaron, los que laburan y lo agarran cada tanto, los que lo dejan al lado de la computadora y se cuelgan escribiendo estupideces...

...ya vuelvo.

sábado, 20 de septiembre de 2008

¿Luz? ¿Qué luz?

- No sé como decirte esto.

- Entonces decime algo que sepas, como el nombre de Piñón Fijo.

- ¿Siempre te vas a tomar todo con humor?

- No, seguramente cuando me digas el nombre me ponga mal.

- Estás en negación.

- Estoy en un consultorio. Y uno bastante feo.

No está en negación, lo tiene bien asumido. O quizás la negación es ese proceso por el cual se resiste a caer en la tristeza o en la desazón. Porque cree que el llanto pocas veces ayuda, o quizás es simplemente a él a quien nunca ayudó, por lo que busca la salida por el otro lado. No por las puerta de atrás, pero si por una ventana. O por la puerta del frente, mejor dicho, pero con toda la dignidad que le pueda quedar.

La frente en alto, la sonrisa grande, el paso tranquilo. Cambió, ya no se prende un cigarrillo cuando camina, aunque sepa que no lo hace para cuidarse, porque no lo necesita. Es una muestra a sí mismo de lo que puede hacer. Y supone que es mucho, o por lo menos que es mucho más de lo que vino haciendo hasta ahora. Se siente uno más de todos esos que van a paso rápido por la plaza, camino a terminar sus trámites. Y aunque siempre pensó que no era uno de ellos, acaba de darse cuenta que sus trámites están igual de atrasados, y que tiene que correr, aunque sea en un sentido más metafórico, si no quiere que le caigan los vencimientos, bien dolorosos.

¿Llega?

viernes, 19 de septiembre de 2008

Repayado...

Una visita inesperada, unos mates, recuerdos de tiempos mejores. Y era inevitable que alguno de los dos lo trajera a la memoria. Porque nos marcó el inicio de nuestras exitosas carreras como compositores, porque nos definió como artistas... y porque el pobre Gaucho nos tuvo que sufrir toda la noche. Pobre persona.

En homenaje a la última guitarreada recordable, con asado incluido, con bombo y guitarra, con empanaditas de entrada y con la torta "semi Selva casi Negra" de postre, con fernet al por mayor, con todo lo que alía la pena... salud, al gauchito y a todos los Coria presentes.
Aquí me pongo a cantar,
un compás enamorado,
que de puro retardado,
nunca se animó a hablar,
de aquel ser que lo enloquece,
y todavía no puede encarar.

Este relato enamorado
es medio taradón...
Tiene roto el corazón
por aquel inmenso cariño,
escondido tras un corpiño
una pollerita y tacón.

Si supiera este cantor,
todo lo que puede ganar,
si al fin se decide arriesgar
y jugarse por lo que quiere...
No sabe lo que se pierde,
por no salir a matar.

...

Este terrible paspa'o,
es medio inocente...

Quiere que lo quiera la gente
pero está medio encabrona'o,
se empaca cual burro mea'o...
No sabe ni usar la mente.

Si este pedazo de gil
es tan tonto como digo,
ni siquiera es mi amigo,
y encima es poco varonil,
sin miedo a ser vil,
les digo con firmeza:
péguenle en la cabeza,
a ese mediocre cuchitril.


martes, 16 de septiembre de 2008

De héroes...

Él es estudiante de la carrera de Medicina, en una universidad estatal. Todos los días se levanta temprano, desayuna tranquilo y camina esas quince o veinte cuadras que lo separan de la oficina. Ese kiosco enorme devenido en bar que abre las puertas tempranito para los otros estudiantes que pasan por el mismo lugar de camino a la facultad. No tiene nada que ver con lo que estudia (aunque se asombra día a día con lo que diría un nutricionista en ese lugar) ni cobra fortunas. Pero ese sueldo semanal lo hace tan feliz como poder comprarse el último apunte de Anatomía que necesitaba.

Ella no trabaja, es casi ama de casa. Sus padres todavía la mantienen sin lujos ni sobresaltos, para que pueda criar a esa nena de ojos grandes, fruto de uno de esos amores adolescentes que tanto pueden dejar. Desde los más gratos recuerdos hasta las más duras penurias, todo por tan poco tiempo. Los amores adolescentes son fugaces, y el suyo tuvo la misma duración pero un regalo para toda la vida. Ahora está saliendo a dejar el currículum en un call center, le dijeron que no pagan mal y pueden ser pocas horas.

Ellos son los padres de ambos. Quisieran poder ser esos grandes abogados que ven andando en Mercedes Benz por la calle del frente, y poder darles a sus hijos (y a la pequeña nieta) todo lo que necesitan y más, que solo tuviesen que pensar en el porvenir. Que él pudiera estudiar tranquilo toda la mañana, sin tener que pensar en atender el negocio para hacerse unos pesos de más. Que ella pudiera dedicarse a terminar el curso de Maestra Jardinera, y así hacer lo que le gusta. Que la pequeñita creciera con todos los caprichos que dos abuelos pueden dar, y que son muchísimos.

En viejos relatos nos cuentan muchas maravillas de héroes. Ahora, aquí, se pueden leer los empeños y esfuerzos de hombres y mujeres valientes.
Cantar de los Nibelungos

jueves, 11 de septiembre de 2008

Primera vez...

Me dejo llevar una vez por el impulso de dejar que las imágenes digan más que las palabras. En este pequeño refugio de delirios que nunca terminan diciendo nada, hago una pausa y tomo un respiro.

Mezcla de cansancio con tranquilidad, es una fotografía que costó mucho, por demasiadas razones. Una de ellas es que me costó no soltar el volante. Por suerte, sigo contando el cuento. Pero otro día.

Salud.

lunes, 8 de septiembre de 2008

De virtudes y defectos...

Que el plato más sabroso es el que no se prueba, que el pasto siempre es más verde en el jardín de al lado, que la familia de los amigos siempre es perfecta al lado de la nuestra. Siempre los dichos hacen referencia a que tendemos a tirar abajo lo nuestro. Y yo no quiero estar de acuerdo...

...o no del todo, por lo menos. Para bien o para mal, saber tanto de nosotros mismos y ser la opinión autorizada en cualquier tema que nos incumba hace que la mayoría de las veces no sólo dejemos la objetividad (utópica) de lado, sino que directamente nos encerramos en una visión puramente parcial de las cosas que pocas veces es saludable.

No sé si siempre, pero es muy notable como la habilidad de realzar nuestras caracterísiticas es algo nato en todo ser humano. Insisto, caracterísiticas: virtudes y defectos.

Una persona seminormal no anda por la vida presumiendo de lo poco o mucho que tiene por ventaja, pero sabe que lo tiene. Y hasta cierto punto, se maneja por el filo de un cinismo entre admitir sus bondades y renegar de ellas para tomar algo de humildad necesaria. Por ahí es en ese lugar en donde es más fácil demostrar seguridad sobre los defectos propios y sobre como ellos afectan a nuestra vida cotidiana.

Por ahí lo que hace falta no es fijarse tanto en el tamaño de nuestras virtudes o en la gravedad de nuestras desventajas, sino simplemente mirar de adentro para afuera por un rato, por lo menos.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Una esquina tras otra...

Como siempre, dobló la esquina eufórico, ansioso de ver si la cuadra siguiente tenía todos esos lugares que tanto había buscado. Esas fachadas que no había encontrado hasta entonces, esos locales que vendían todas esas cosas que necesitaba. No los encontró, pero alguien al pasar le dijo que los iba a ver si seguía, más tranquilo, en la cuadra siguiente y en las venideras.

Entonces disminuyó el ritmo, comenzó a respirar más pausado, a disfrutar más del paisaje. A mirar más detenidamente, a caminar con más tranquilidad, total si no estaba en esta calle, estaría en la otra, le quedaba un margen amplio todavía.

Una esquina más pasó. Siguió sin encontrar lo que buscaba, o quizás empezó a dudar de lo que quería encontrar. O si quería hallar algo puntual, en realidad. La tercera manzana parecía más larga, menos interesante. La caminó igual, sumergido en lo que a esa altura ya era un carnaval multitudinario de dudas e incertidumbres.

Pasó así sin pena ni gloria una vereda tras otra, mirando los pórticos de casas antiguas, las recepciones de modernos edificios, los garages de majestuosos estudios jurídicos y contables, las vidrieras de tentadores locales comerciales que prometían a la vista lo que el bolsillo no podía ni soñar. Recorrió incrédulo esa plaza, esa escuela, ese hospital, esa bella capilla... todo tan distinto y, aún así, tan ignoto ante su conciencia.

Y llegó, por fin. Sin saber como, llegó. A esa novena cuadra que empezaba prometiendo todo lo que las anteriores no supieron cumplir e incluso más. Y tomó aire. Respiró profundo, entrecerró los ojos para que el viento que le golpeaba la cara no le dejara objetos indeseados entre las pestañas, y comenzó a caminar con una mezcla de calma y ansiedad que ni él mismo se entendía.

Pero igual, supo que debía continuar. No tanto porque no tenía otra opción, sino porque quería creer que todavía había mucho por recorrer.

Y allá va.
Allá voy.
Allá vamos.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Diálogo...

- Te quiero más que a mi vida.

- ¿Y eso cuánto es?

- ...

- ¿No sabés cuánto vale tu vida?

- Es una forma de decir. Te amo.

- ¿Sabés qué es el amor?

- Lo que yo siento por vos.

- ¿Y cómo lo sabés?

- Porque nunca antes sentí lo mismo.

- ¿Y no puede ser que nunca antes hayas sentido algo que no es amor?

- Puede ser, pero...

- Entonces puede ser que no me ames.

- ¿Y cómo puedo saberlo?

- Lo vas a sentir.

- Te digo que lo siento.

- Pero no sabés lo que sentís.

- Entonces no hay diferencia con lo que te diga.

- La verdad que no.

- Ah, bueno. Te amo.

- ¿Con seguridad?

- Ya no. Pero me hacés reír.

- ¿Te reís de mi?

- "Me hacés reir", dije. No es lo mismo.

- ¿Entonces qué quiere decir?

- Nada.

- ¿Y por qué lo dijiste, entonces?

- No importa.

- ¿Me estás cargando?

- No.

- ...

- ...

- ¿Te pasa algo?

- No.

- Te noto distante.

- No me pasa nada.

El problema de decir la frase equivocada en el momento equivocado. No importa el sentimiento verdadero, si la intención es la de buscar un conflicto que no existe. Que quien no se sienta identificado con ninguna de las dor partes, arroje la primera piedra.

Pero apunte, no vaya a ser que me rompa un vidrio.