¿Cómo distinguir una racha ganadora de un merecido triunfo? Todos los factores que hay que analizar hacen de esto un estudio muy complejo de la situación, que nadie está dispuesto hacer, y yo tampoco. Sólo tiro un par de ideas para lo que viene, que son semanas de elogios hacia Nalbandian. Bien ganados, por cierto. Nadie consigue esa seguidilla de triunfos históricos ante los TOP10 del momento o frente a los dos mejores tenistas del mundo (y de lo mejor que ha habido en la historia del tenis, si me permiten) por pura suerte o coincidencia.
Aún así, realidades que se repiten en distintos jugadores hacen que sea obligado mirar un poquito más allá de la enceguecedora realidad de uno de los tenistas potencialmente más capaces de los últimos tiempos.
En el 2004, luego de un inicio de temporada prometedor, Marat Safin tuvo un año pobre hasta en recaudación. Su mejor resultado puede haber sido un cuarto de final, y sin siquiera pasar la primera ronda de Wimbledon y el US Open, los dos Grand Slams de cancha dura en los que también se podría haber visto fortalecido. Pero luego de que la actividad fuese escasa por fuerzas propias y ajenas, acercándose a más a las fiestas que al receso de verano europeo (junio - julio - agosto) el ruso tuvo una embestida final digna de un TOP3. Volvió con todo en Madrid y París, los dos últimos ATP Master Series de la temporada, y se quedó con dos títulos inobjetables. ¿Coincidencia con lo que estamos viendo?
Bien sabido es que los contratos deportivos mueven millones, y de eso no escapa nadie. Mucho menos los tenistas, que son los protagonistas del show. Por lo tanto, aún cuando ya están clasificados para la Masters Cup y no necesitan más puntos de ranking ni facturación en sus cuentas, igual se los ve compitiendo en los torneos en los que se deben presentar. Esto conlleva jugadores cansados física y mentalmente que, sin dejar de ser los mejores del mundo, no compiten a un 100%, consciente o inconscientemente. Esto no suele notarse ya que es una generalidad de todo el tour. Pero salta a las claras cuando hay algunos que han tenido una actividad liviana y están regresando con todo su potencial intacto. De esta manera, pueden sobresalir largamente sobre jugadores que en condiciones normales serían los favoritos.
Jamás voy a discutir el valor de los triunfos de Safin en ese entonces, ni de Nalbandián en este momento. Sobre todo del cordobés, que se dio el lujo de vencer a (quizás) el mejor de la historia dos veces seguidas, y a su eterno número dos la misma cantidad de veces. Es inconcebible pensar que el oriundo de Unquillo no tiene la habilidad nata de pocos elegidos, pero me contengo de elevarlo a los cielos del deporte hasta ver en condiciones iguales, con pretemporadas similares y con poderíos físicos y mentales en el mismo nivel, cual es el resultado.
Ya lo ha demostrado en otras ocasiones: la habilidad la tiene. Esperemos que el 2008 sea el año definitivo para su despegue.
Aún así, realidades que se repiten en distintos jugadores hacen que sea obligado mirar un poquito más allá de la enceguecedora realidad de uno de los tenistas potencialmente más capaces de los últimos tiempos.
En el 2004, luego de un inicio de temporada prometedor, Marat Safin tuvo un año pobre hasta en recaudación. Su mejor resultado puede haber sido un cuarto de final, y sin siquiera pasar la primera ronda de Wimbledon y el US Open, los dos Grand Slams de cancha dura en los que también se podría haber visto fortalecido. Pero luego de que la actividad fuese escasa por fuerzas propias y ajenas, acercándose a más a las fiestas que al receso de verano europeo (junio - julio - agosto) el ruso tuvo una embestida final digna de un TOP3. Volvió con todo en Madrid y París, los dos últimos ATP Master Series de la temporada, y se quedó con dos títulos inobjetables. ¿Coincidencia con lo que estamos viendo?
Bien sabido es que los contratos deportivos mueven millones, y de eso no escapa nadie. Mucho menos los tenistas, que son los protagonistas del show. Por lo tanto, aún cuando ya están clasificados para la Masters Cup y no necesitan más puntos de ranking ni facturación en sus cuentas, igual se los ve compitiendo en los torneos en los que se deben presentar. Esto conlleva jugadores cansados física y mentalmente que, sin dejar de ser los mejores del mundo, no compiten a un 100%, consciente o inconscientemente. Esto no suele notarse ya que es una generalidad de todo el tour. Pero salta a las claras cuando hay algunos que han tenido una actividad liviana y están regresando con todo su potencial intacto. De esta manera, pueden sobresalir largamente sobre jugadores que en condiciones normales serían los favoritos.
Jamás voy a discutir el valor de los triunfos de Safin en ese entonces, ni de Nalbandián en este momento. Sobre todo del cordobés, que se dio el lujo de vencer a (quizás) el mejor de la historia dos veces seguidas, y a su eterno número dos la misma cantidad de veces. Es inconcebible pensar que el oriundo de Unquillo no tiene la habilidad nata de pocos elegidos, pero me contengo de elevarlo a los cielos del deporte hasta ver en condiciones iguales, con pretemporadas similares y con poderíos físicos y mentales en el mismo nivel, cual es el resultado.
Ya lo ha demostrado en otras ocasiones: la habilidad la tiene. Esperemos que el 2008 sea el año definitivo para su despegue.
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