Cada país tiene su cultura. Cada pueblo tiene su idiosincracia. La identidad se va forjando con la historia, con los sucesos, con los personajes, con los éxitos y las derrotas. Entonces, ¿qué es lo que hace que una nación mas acostumbrada a las tristezas que a alas alegrías tenga un orgullo y aor propio único en el mundo? Casi como un instinto de preservación, el argentino ha desarrollado un escudo de superioridad ante cualquier adversario, aún cuando los hechos no lo apoyan.
En términos meramente deportivos, podemos decir que tenemos a la mejor camada de tenistas del mundo. A los mejores futbolistas. Un hockey de èlite, golfistas históricamente exitosos... y aún así, la cantidad de triunfos en relación al número de deportistas y actividades en las que podríamos sobresalir es prácticamente nulo. De todas maneras, antes de comenzar a preguntarnos que estaremos haciendo mal, seguimos escudándonos en excusas y culpas ajenas, en situaciones fortuitas y en la pura suerte para justificar fracaso tras fracaso, actuaciones paupérrimas y resultados tristes.
En los Juegos Olímpicos o Panamericanos, porque las entidades nacionales no ayudan a los deportistas.
En los torneos y circuitos privados, por X y por Y.
En fútbol, siempre tenemos los mejores jugadores, los mejores técnicos y el mejor equipo, pero nos faltan diez para el peso.
En tenis, nunca somos culpables del doping, pero no hay tenista nacional que no tenga una causa abierta por tal tema.
En hockey somos los mejores, pero nunca estamos en el mejor momento.
El voley siempre está en un proceso de reestructuración.
El handball está por explotar en cualquier momento desde hace 15 años.
Aún así, seguiremos siendo simbólicamente los mejores, al menos en nuestra mente y (sobre todo) en nuestra prensa.
En términos meramente deportivos, podemos decir que tenemos a la mejor camada de tenistas del mundo. A los mejores futbolistas. Un hockey de èlite, golfistas históricamente exitosos... y aún así, la cantidad de triunfos en relación al número de deportistas y actividades en las que podríamos sobresalir es prácticamente nulo. De todas maneras, antes de comenzar a preguntarnos que estaremos haciendo mal, seguimos escudándonos en excusas y culpas ajenas, en situaciones fortuitas y en la pura suerte para justificar fracaso tras fracaso, actuaciones paupérrimas y resultados tristes.
En los Juegos Olímpicos o Panamericanos, porque las entidades nacionales no ayudan a los deportistas.
En los torneos y circuitos privados, por X y por Y.
En fútbol, siempre tenemos los mejores jugadores, los mejores técnicos y el mejor equipo, pero nos faltan diez para el peso.
En tenis, nunca somos culpables del doping, pero no hay tenista nacional que no tenga una causa abierta por tal tema.
En hockey somos los mejores, pero nunca estamos en el mejor momento.
El voley siempre está en un proceso de reestructuración.
El handball está por explotar en cualquier momento desde hace 15 años.
Aún así, seguiremos siendo simbólicamente los mejores, al menos en nuestra mente y (sobre todo) en nuestra prensa.
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