Que Israel es un Estado invasor. Que Palestina es antisemita, y las declaraciones de sus mandatarios son discriminatorias. Que los ejércitos israelitas son sangrientos y desalmados. Que el brazo armado de Hezbollah es un grupo terrorista temido en el mundo entero. ¿Qué tienen en común todos estos enunciados? Que son más soldados de esta guerra de opiniones que se desata todos los días en distintos medios de comunicación del mundo entero.
Las frías estadísticas nos hablan de decenas de muertos en diferentes ataques, pero no pueden reflejar la cruda realidad que se vive en zonas de guerra. Las únicas carreteras que quedan (todavía) sin destruir y sin bombardear son utilizadas como pistas de escape hacia la esperanza de al menos seguir viviendo, sea donde sea, y como sea.
El partido político de Hezbollah condena públicamente a su Estado vecino. Con razón, seguramente. Pero eso no es suficiente, a veces. Se puede decir la verdad, pero hay que tener criterio y autoridad moral. Su brazo armado no sólo ha cometido algunos de los atentados más aberrantes contra población civil no solamente israelí, y como argentinos sabemos de que se trata. Se cree que es uno de los principales responsables de los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, ambos en Buenos Aires. También está asociado a otros grupos fundamentalistas como Hamas, y es sostenido tanto económica como ideológicamente por poderosos del Oriente como Irán. Entonces, ¿quién tiene razón? ¿Cómo debe terminar esto?
La teoría pacifista sería algo así como lograr la estabilización de ambos estados sin conflictos entre ellos, o de una nación unificada, sin ideología religiosa dominante, y con participación deocrática de ambos sectores, asi como de otros grupos minoritarios también. Pero todos saben que esto será imposible, y que la única solución posible es la rendición o desaparición de alguna de las dos partes involucradas.
En este contexto, los intelectuales más reconocidos del mundo, y otros que no somos ni lo uno ni lo otro, nos dedicamos a emitir opiniones incesantemente, como máquinas de escupir idioteces disfrazadas de análisis socio-políticos. El día que comprendamos que hablar para figurar no ayuda en nada, quizás comencemos a vislumbrar una salida a muchos de nuestros problemas.
Ja, yo hablaba de autoridad moral. Y me la acabo de quitar solo.
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