Las vacaciones están a pleno para algunos, pero no para todos. En la tele veo las terminales y los aeropuertos llenos, de pasajeros que planifican sus descansos o lloran sus recesos ya terminados. Y yo, acá. No puedo decir estudiando, sería un despropósito, ya que en este momento estoy sentado frente a la PC descargando ideas que se acumulan rápidamente en mi cabeza.
Julio está en su segunda mitad ya. Más cerca del final que del principio. Y otro mes pasa volando, en este año que (como todos) pasan al galope, casi sin que nos demos cuenta. En este vertiginoso régimen de cursados y rendidas, las horas previas a un examen final se hacen, paradójicamente, eternas. Ese libro, esos párrafos, esas letras se convierten misteriosamente en jeroglíficos que en otras ocasiones y bajo otras circunstancias hubiésemos leído hasta con gusto.
¿Qué pasó, entonces? La obligación de una fecha límite, la presión de tener que sacar una nota determinada. El promedio, las correlatividades. La distancia de casa, la ansiedad de mis viejos, esperando la noticia, esperando lo que yo no veo las horas de conseguir: ese hermoso "aprobado". Pero yo estoy al tanto de lo que va pasando, sé cuanto estudié y cuanto no. Sé cómo me fué y si me alcanza o no para esperar algo de esa nota.
Todo esto se conjuga y nos juega trucos. Nos pone nerviosos, ansiosos, nos dá vueltas en la cabeza, nos recrimina cada minuto que no estudiamos, y nos premia por cada tema que entendimos, y que podemos dar como aprendido. Si la materia tiende a ser una ciencia exacta, los ejercicios y la práctica nos van a tener como locos. Si estamos yendo hacia las ciencias sociales, la lectura hasta el hartazgo, el comprender una reflexión de alguien que ni vamos a conocer, pero que debemos hacerlo. Ironías de la vida universitaria, del día a día estudiantil.
¿Sobreviviré?
Los delirios de grandeza ya son marca registrada de toda la humanidad. Acá hay algunos que no tienen ninguna intención de llegar a ningún lado. Simplemente quedar en algún lugar.
sábado, 22 de julio de 2006
viernes, 21 de julio de 2006
Día del recuerdo...
Ayer fué el Día del Amigo. Ese día en el que todos se acuerdan hasta de los conocidos más remotos, y les mandan un ¿emotivo? mensaje de correo electrócino, un SMS y en contados casos, una llamada telefónica. Saludamos hasta a los familiares, y volvemos a tomar contacto con algunos de esos seres que ya no vemos ni hablamos hace tiempo. También sirve para rearmar el concepto de amistad, ya que vuelan cadenas y mensajes y frases que tratan de replantear y hacernos recordar todo lo que significa un amigo: llantos, alegrías, momentos juntos, experiencias de vida... ¿pero es necesario todo eso para que realmente se pueda considerar a alguien un amigo?
¿Todo esto es bueno? Como todos los días de este estilo, podríamos decir que es simplemente una movida comercial de empresas que ganan con estas ocasiones. Pero suena muy zurdo.
También podríamos decir que sirve para reencontrarse con todos aquellos amigos del alma a los que queríamos volver a ver o saludar. Pero es ilógico, si somos tan amigos no podemos pasar tanto tiempo fuera de contacto. Y si así fuera, no necesitaríamos una excusa tan banal para hablarnos. Además es muy cursi.
Otra visión más simple diría que sirve para juntarse, pasarla bien, charlar con aquellas personas con las que tenemos más afinidad. O con las que el momento nos juntó. O con las que el destino quiso. Quizás, pero es muy atea, muy superficial.
Cada uno elegirá que decir, que pensar, y como actuar. Yo sé que a mis amigos no los pierdo de vista. Los cuento con los dedos de las manos y no estoy triste por eso. Para mi, mis amigos son los que me llaman aún cuando tendrían otra cosa mejor para hacer. Y son en los que yo pienso, cuando busco a alguien con quien charlar, cantar, o simplemente estar. Todo lo mejor no se desea una sola vez al año. Se reivindica cada vez que pensamos el uno en el otro. Ustedes sabrán quienes son. Felices días, feliz semana, feliz año, feliz vida.
¿Todo esto es bueno? Como todos los días de este estilo, podríamos decir que es simplemente una movida comercial de empresas que ganan con estas ocasiones. Pero suena muy zurdo.
También podríamos decir que sirve para reencontrarse con todos aquellos amigos del alma a los que queríamos volver a ver o saludar. Pero es ilógico, si somos tan amigos no podemos pasar tanto tiempo fuera de contacto. Y si así fuera, no necesitaríamos una excusa tan banal para hablarnos. Además es muy cursi.
Otra visión más simple diría que sirve para juntarse, pasarla bien, charlar con aquellas personas con las que tenemos más afinidad. O con las que el momento nos juntó. O con las que el destino quiso. Quizás, pero es muy atea, muy superficial.
Cada uno elegirá que decir, que pensar, y como actuar. Yo sé que a mis amigos no los pierdo de vista. Los cuento con los dedos de las manos y no estoy triste por eso. Para mi, mis amigos son los que me llaman aún cuando tendrían otra cosa mejor para hacer. Y son en los que yo pienso, cuando busco a alguien con quien charlar, cantar, o simplemente estar. Todo lo mejor no se desea una sola vez al año. Se reivindica cada vez que pensamos el uno en el otro. Ustedes sabrán quienes son. Felices días, feliz semana, feliz año, feliz vida.
lunes, 17 de julio de 2006
Qué se necesita?
Los lazos humanos son complejos. Los amores, por ejemplo, afectan de manera diferente a cada persona y en cada situación. Cuando no son correspondidos, duelen. A veces, aunque lo sean, también. Qué es lo que se necesita para recuperar la tranquilidad y la compostura después de un desencuentro emocional con otra persona?
Una amistad muy cercana. Alguien se confunde. Capta señales que no son tales. De repente, la amistad se funde en desconcierto, en incomodidad. ¿Puede volverse después a la normaildad? Si, se puede. Hace falta poder de voluntad. Esa que no se dá por aludida cuando hay que dejar de fumar, cuando hay que hacer dieto, o cuando hay que ponerse a estudiar. Pero en este caso, el dolor ya está presente, y hace que la necesidad de recuperarse nos dé un empujoncito para volver a pista.
Si ambos están dispuestos a pasar capítulos indeseables y dejarlos atrás, no es una tarea imposible. No es una relación perdida para siempre. No es una amistad utópica. Son dos personas. Dos seres humanos. Imperfectos y por ello preciados. Nuestras fallas hacen de nuestra vida un momento largo, intenso y emocionante, digno de ser disfrutado al 100%. A veces solos, a veces acompañados. A veces con amigos, a veces con una pareja. Pero siempre como la única que tenemos.
Una amistad muy cercana. Alguien se confunde. Capta señales que no son tales. De repente, la amistad se funde en desconcierto, en incomodidad. ¿Puede volverse después a la normaildad? Si, se puede. Hace falta poder de voluntad. Esa que no se dá por aludida cuando hay que dejar de fumar, cuando hay que hacer dieto, o cuando hay que ponerse a estudiar. Pero en este caso, el dolor ya está presente, y hace que la necesidad de recuperarse nos dé un empujoncito para volver a pista.
Si ambos están dispuestos a pasar capítulos indeseables y dejarlos atrás, no es una tarea imposible. No es una relación perdida para siempre. No es una amistad utópica. Son dos personas. Dos seres humanos. Imperfectos y por ello preciados. Nuestras fallas hacen de nuestra vida un momento largo, intenso y emocionante, digno de ser disfrutado al 100%. A veces solos, a veces acompañados. A veces con amigos, a veces con una pareja. Pero siempre como la única que tenemos.
martes, 4 de julio de 2006
El reino del revés...
Qué es lo que hace posible que la cultura entera de un país se vea modificada radicalmente? Aunque parezca una respuesta sin sentido, el fútbol ha demostrado una vez más no ser solamente una "pasión de multitudes", sino también un detonador de actitudes inesperadas.
En este último mundial, se han visto dos ejemplos demasiado claros de lo que estoy diciendo. Bien sabido es que la rivalidad entre Brasil y Argentina es histórica y cada día más efervescente. También es conocido por todos que ambos son potencias mundiales en cuanto al deporte se trata. Con esto en mente, ambos seleccionados viajaron a Alemania con el fin de conseguir la Copa del Mundo.
Aquí salta el hecho curioso. Argentina, luego de una notable actuación, queda eliminada por el local en penales, en los cuartos de final. Por la misma instancia, pero ante Francia, los cariocas quedaron también afuera, pero con una presentación casi lastimosa, y perdiendo por una clara diferencia en el campo de juego.
Debido a esto, las reacciones que se desataron son diversas y sorprendentes. El pueblo argentino, marcado por un exitismo histórico y a veces hasta dañino, elogió a su equipo, y hasta lo recibió a la vuelta con festejos, muestras de apoyo tanto a los jugadores como al cuerpo
técnico. Por otro lado, en el país vecino (reconocido en el mundo entero por su alegría constante e inquebrantable) está siendo protagonista de un episodio de reclamos, molestias y desconfianza extremo. Al punto tal que se ha llegado a quemar la estatua que le habían levantado a uno de los referentes del plantel, considerado hoy el mejor jugador del mundo. Ronaldinho fué el primero en caer en las quejas de los hinchas brasileros, seguido de cerca por el DT y varios de los jugadores históricos y más ganadores de la historia del seleccionado nacional.
¿Por qué sucede esto? ¿Qué es lo que produce el fútbol a nivel colectivo, social e individual que no hacen otros deportes o actividades? Podemos decir que estamos, al menos, ante un fenómeno muy poco común, y que es difícil de repetirse. Para encontrar una causa deberíamos reunir a sociólogos, psicólogos, médicos, y hasta políticos. Lo que es seguro es que no tiene solución. La pasión que se mueve alrededor de este deporte, para bien o para mal, está profundamente arraigada en nuestras culturas, y puede convulsionarnos de manera sorprendente e impredecible.
Hay una frase que resume casi cualquier evento fenomenal que produce el balonpié: "Es lo lindo del fútbol". Y si. Es su encanto, quieran o no.
En este último mundial, se han visto dos ejemplos demasiado claros de lo que estoy diciendo. Bien sabido es que la rivalidad entre Brasil y Argentina es histórica y cada día más efervescente. También es conocido por todos que ambos son potencias mundiales en cuanto al deporte se trata. Con esto en mente, ambos seleccionados viajaron a Alemania con el fin de conseguir la Copa del Mundo.
Aquí salta el hecho curioso. Argentina, luego de una notable actuación, queda eliminada por el local en penales, en los cuartos de final. Por la misma instancia, pero ante Francia, los cariocas quedaron también afuera, pero con una presentación casi lastimosa, y perdiendo por una clara diferencia en el campo de juego.
Debido a esto, las reacciones que se desataron son diversas y sorprendentes. El pueblo argentino, marcado por un exitismo histórico y a veces hasta dañino, elogió a su equipo, y hasta lo recibió a la vuelta con festejos, muestras de apoyo tanto a los jugadores como al cuerpo
técnico. Por otro lado, en el país vecino (reconocido en el mundo entero por su alegría constante e inquebrantable) está siendo protagonista de un episodio de reclamos, molestias y desconfianza extremo. Al punto tal que se ha llegado a quemar la estatua que le habían levantado a uno de los referentes del plantel, considerado hoy el mejor jugador del mundo. Ronaldinho fué el primero en caer en las quejas de los hinchas brasileros, seguido de cerca por el DT y varios de los jugadores históricos y más ganadores de la historia del seleccionado nacional.
¿Por qué sucede esto? ¿Qué es lo que produce el fútbol a nivel colectivo, social e individual que no hacen otros deportes o actividades? Podemos decir que estamos, al menos, ante un fenómeno muy poco común, y que es difícil de repetirse. Para encontrar una causa deberíamos reunir a sociólogos, psicólogos, médicos, y hasta políticos. Lo que es seguro es que no tiene solución. La pasión que se mueve alrededor de este deporte, para bien o para mal, está profundamente arraigada en nuestras culturas, y puede convulsionarnos de manera sorprendente e impredecible.
Hay una frase que resume casi cualquier evento fenomenal que produce el balonpié: "Es lo lindo del fútbol". Y si. Es su encanto, quieran o no.
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