Es el día del partido. Todos los televisores muestra verde césped, tribunas completas, y mucha expectativa ronda en el aire. Ariel, pasa corriendo a centímetros de la puerta de la directora, huyendo hacia la ansiada libertad de poder ver a la Selección mayor. Es que en su escuela, como en muchos recintos educativos de todo el país, no se permite ver el partido de Argentina en horario de clases.
¿Qué es lo grave? Que Ariel es el primero de una larga fila de chicos, miles de chicos, que pasan corriendo por aulas, puertas, pasillos y patios para poder ser parte de lo que para los argentinos es más que un evento deportivo. Es algo social, es algo personal, es algo que se lleva adentro y que no se puede eludir.
¿Quiénes se favorecen con la decisión de no transmitir en vivo y en directo los partidos de la Selección en el Mundial de Alemania? Los alumnos no, porque ni prestan atención a la clase que se les está dando, mas preocupados por lo que pasa al otro lado del mundo. Los profesores tampoco, pierden su tiempo dando una clase muy probablemente sin sentido, y nadie dice que no estén tampoco pensando en la pelota que rueda en otro lugar. Si los chicos que asisten a clases no tienen una conclusión postiva de esta medida, ya pierde todo sentido, dado el hecho que lo más importante del sistema educativo es a quienes se educa.
¿Está bien parar clases de Matemática, Geografía, Biología, Historia o Química por un simple partido de fútbol? Habrá que decidir si ese juego, en nuestra sociedad, es o no lo suficientemente importante como para justificar la medida. Para algunos si, para algunos no. ¿Para mí? Se pueden alargar los horarios escolares, y recuperar clases. Pero la experiencia de sentir un mundial, no.
2 comentarios:
¿Será posible un aprendizaje que deje desplegar impulsos y que, al mismo tiempo, permita asimilar la vida tan cual es? Yo creo que si; sin la cerrazón cuadrúpeda de quienes piensan en una educación digestiva, en una educación de transmisión de datos que el niño deberá deglutir y luego transmitir mecánicamente en la tan temida pero honorable lección. Suena demasiado antiguo pero todavía quedan de esos maestros, lamentablemente. Una vez fuera de este marco dañino, les aseguro se podrá disfrutar de un mundial de fútbol, vivir y asimilar datos sin mayores inconvenientes. En todo caso, si queremos ser ejemplos de los chicos, como es la idea tan absurda de algunos adultos despiadados, idea más antigua aún que pregona que la sabiduría es patrimonio de la personas mayores, ¿por qué no se plantean alguna vez en la vida las consecuencias psíquicas de un infante que es formado con pura transmisión de datos y que, de cuando en cuando, esto es interrumpido por huelgas a las que nadie encuentra explicación? Y ahora nos preocupamos por noventa minutos. Dios, cada día entiendo menos.
Si buscamos el lado crítico de nuestro sistema educativo, nos encontraremos con tantas falencias como bancos en cada aula.
Si, por otro lado, nos ponemos a pensar en la educación como método de transmisión de conocimientos de un experimentado (adulto) a un experimentador (niño) vamos a caer en una discusión sin fin porque involucra conceptos históricos, sociales, humanos, psicológicos, biológicos...
La importancia que tuvieron esos 90 minutos es inverosímil, pero sirvió para darse cuenta del poco sentido común imperante en la dirigencia que toma las decisiones en nuestro país, algo muchísimo más importante en estos momentos. Porque el conocimiento exacto de cada campo o ciencia se logra en cualquier momento. Porque sin sentido común, no vamos a ningún lado.
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