Revolcándose por los suelos, se preguntaba a quien había ofendido para tener que pagar semejante castigo. La vida muchas veces no es justa, pero a veces parecía endemoniarse con su ser. Mientras las pequeñas piedras se entrometían entre su ropa, el dolor en su espalda parecía transformarse mágicamente en fuerzas para terminar con el trabajo.
Y ahí estuvo durante horas, luchando contra la maquinaria, peleando contra su propia existencia, debatiéndose entre dejarse explotar o simplemente pasar desapercibido. Una voz en el teléfono lo trajo de nuevo al mundo. Risas que le despejaron las ideas, y lo alentaron a ver que la luz al final del túnel se hacía cada vez más brillante.
El trabajo estaba hecho, ahora restaba descansar y pensar en la mañana siguiente. Un peso se dejó caer sobre sus pies. No le importó, miró hacia adelante, arregló los detalles y se dispuso a relajarse.
Cuando el sol por fin salió, las inclemencias lo esperaban nuevamente. Otro día, otro problema a resolver. Su vida siempre fue así, sabe que es lo que le espera a cada vuelta de esquina. Se demoran los planes, se retrasan los hechos. Mira al cielo, y discute con sí mismo.
- Dale, como si no te hubiese pasado antes.
- A veces desearía tener una religión, para poder echarle la culpa a alguien. La mala suerte me está matando.
- Sacá pecho.
- Siempre.
Y ahí va, comenzando otra vez. No lo van a quebrar, pero se dobla y bastante, aunque lo disimula bien. Saluda, conversa y se mezcla entre la gente. Y desaparece.
Es uno más. Son todos.
Y ahí estuvo durante horas, luchando contra la maquinaria, peleando contra su propia existencia, debatiéndose entre dejarse explotar o simplemente pasar desapercibido. Una voz en el teléfono lo trajo de nuevo al mundo. Risas que le despejaron las ideas, y lo alentaron a ver que la luz al final del túnel se hacía cada vez más brillante.
El trabajo estaba hecho, ahora restaba descansar y pensar en la mañana siguiente. Un peso se dejó caer sobre sus pies. No le importó, miró hacia adelante, arregló los detalles y se dispuso a relajarse.
Cuando el sol por fin salió, las inclemencias lo esperaban nuevamente. Otro día, otro problema a resolver. Su vida siempre fue así, sabe que es lo que le espera a cada vuelta de esquina. Se demoran los planes, se retrasan los hechos. Mira al cielo, y discute con sí mismo.
- Dale, como si no te hubiese pasado antes.
- A veces desearía tener una religión, para poder echarle la culpa a alguien. La mala suerte me está matando.
- Sacá pecho.
- Siempre.
Y ahí va, comenzando otra vez. No lo van a quebrar, pero se dobla y bastante, aunque lo disimula bien. Saluda, conversa y se mezcla entre la gente. Y desaparece.
Es uno más. Son todos.