En el último número de una revista de distribución gratuita que se puede encontrar en casi cualquier comercia de Nueva Córdoba, hay una nota dedicada a una encuesta que el Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba dió a conocer, en el que los números resultantes están misteriosamente a favor de las medidas más polémicas que se han implementado en las últimas dos décadas en la educación de nuestro país.
Según esta encuesta, el 84,3 % de los estudiantes están a favor de un examen de ingreso con una evaluación previa. También el 83,4 % está de acuerdo con la aprobación mínima de 2 materias por año para mantener la condición de Alumno Regular.
Obviamente estos números dispararon quejas en todos los sectores estudiantiles, opositores por naturaleza, ya que consideran que es una estafa. Pero el problema que tiene este escrito es que cae en las mismas fallas de conceptos que critican al otro. No estoy de acuerdo con la Ley de Educación Superior, pero me parece que el criterio de evaluaciones de ingreso no eliminatorias, con cursos previos y posibilidades para ser aprobadas durante el primer año lectivo son oportunidades más que lógicas para una formación criteriosa. El problema está en buscar los extremos, y criticar cualquier propuesta que salga de un reducto institucional solo por el hecho de tener siglas de ovimientos socialistas, trabajadores u obreros que anteceden a los nombres de cada agrupación.
La salida no está a la vista bajo este panorama: ni las autoridades promueven alternativas, ni la oposición o el grupo estudiantil se esfuerza por un diálogo constructivo. Los consejeros y asesores de la Escuela de Ciencias de la Información, quizás de las más "democráticas" de la UNC jamás han aparecido ante los cursos, excepto cuando es para invitar a peñas y organizar eventos. No está mal, para nada, y la propuesta recreativa es tan importante como la educativa, pero con lograr juntar el dinero para los apuntes no se soluciona ningún mal a largo plazo, así como tampoco lo hace exigir más presupuesto a cuatro manos, si no tenemos una formación crítica en las instituciones que nos permita manejar con sentido común los recursos obtenidos, tanto los simbólicos como los físicos.
Hace un par de semanas, en el auditorio de la Escuela de Ciencias de la Información (Comunicación Social), una profesora de Lingüística interrumpía su clase para atender su celular, al lado del cartel que pide que nosotros lo apaguemos, y entrecortaba su disertación para poder fumar su cigarrillo, sentada a centímetros abajo de la señal que lo prohíbe en cualquier espacio de acceso público. Esto se repite en todas y cada una de las "aulas-oficinas" que el centro de estudiantes utiliza.
Lo que está mal hay que verlo completo. No podemos simular autoridad moral para exigir lo que nosotros no le exigimos a los nuestros. El aumento de los ingresos en la universidad pública y una modificación en el modo de admisión de los alumnos, es urgente y completamente necesario. Y aunque podrá parecer que una cosa no tiene nada que ver con la otra, pero nada más alejado de la realidad; fallas en el sistema educativo sobran, y podemos cansarnos de nombrarlas, pero algo si es muy cierto: ninguna se soluciona simplemente pidiendo más plata.
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