El dicho reza que uno valora las cosas cuando ya no las tiene cerca. Que somos desagradecidos por naturaleza y que aprendemos a valorar algo sólo si no lo tenemos. Y con eso en mente, pienso en la rutina de cierta edad. O quizás no edad, sino momento en la vida. Ese momento en el que las 24 horas del día pasan a ser insuficientes. Y en el que uno comienza a entender lo que desaprovechó cuando tuvo la oportunidad de disfrutar del ocio.
Haciendo cálculos, algo me dice que hace más de un mes que no tengo un día de recreación. Y si lo tuve, es porque dejé de hacer cosas que debería haber estado haciendo en ese mismo momento, que se atrasaron o se hicieron a las apuradas. Y, por ende, mal. Y eso no es descansar, a fin de cuentas.
Quiero un tiempo fuera. Quiero tiempo libre. Quiero tiempo de descanso. Quiero tiempo.
Haciendo cálculos, algo me dice que hace más de un mes que no tengo un día de recreación. Y si lo tuve, es porque dejé de hacer cosas que debería haber estado haciendo en ese mismo momento, que se atrasaron o se hicieron a las apuradas. Y, por ende, mal. Y eso no es descansar, a fin de cuentas.
Quiero un tiempo fuera. Quiero tiempo libre. Quiero tiempo de descanso. Quiero tiempo.
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