Ella:
- Fue una gran mentira todo lo que sucedió.
Muerte:
- No hay existido nunca la mujer que tanto amó.
- Su vida se consumió solo por una ilusión.
Él:
- Yo sé que hay una verdad: no es mentira mi dolor.
Muerte:
- Vamos, no se engañe, créame, será mejor.
- Trampas de la nada son el arte y el amor.
- Todo lo que ha sufrido, al final será olvido.
- Tan solo la muerte es verdadera, sepaló.
Coro:
Avívense, despiértense,
que los que escuchan son también,
como muñecos de cartón,
sin voluntad ni decisión.
Toda esperanza y todo amor...
...no es más que una ilusión.
Fragmento de "El Enamorado y la Muerte", último número de la Opereta "Lo que me costó el amor de Laura", de Alejandro Dolina.
Los delirios de grandeza ya son marca registrada de toda la humanidad. Acá hay algunos que no tienen ninguna intención de llegar a ningún lado. Simplemente quedar en algún lugar.
viernes, 17 de abril de 2009
martes, 7 de abril de 2009
Cuesta ganar dinero...
El tiempo es dinero. Frase vieja y sabia si las hay.
Estamos en un momento de crisis mundial, recesión económica, inestabilidad social, goleadas de la Selección Nacional en Bolivia. Hago y hago cuentas... a ver si me ayudan.
Es de saber popular y bien conocido que una persona medianamente normal (si es que existe alguna) duerme entre 6 y 7 horas de promedio por día. Fantástico. Es una necesidad básica del cuerpo, y aparte un gusto enorme (los que compartan mi gusto por hacer fiaca me comprenderán).
Trabajar, suponiendo un trabajo normal, en blanco, con todas las de la ley, cuesta (en promedio) 8 horas diarias. Promedio, a veces la inflación hace que cueste un poco más sin poder quejarnos al respecto.
Digamos que a alguien se le ocurre estudiar. Nada exigente, no pongamos un ejemplo extremo, no vamos a decir que aparte de trabajar ocho horas se me va a ocurrir estudiar Medicina, Abogacía, Física Nuclear o Cine, pero digamos que me ocupe unas 4 modestas horitas por día, promedio entre cursar, estudiar, o hacer trabajos para la carrera en cuestión.
Hasta acá, si mi mente renegada de matemáticas no me falla, tengo 19 horas por día, promedio, ocupadas en actividades normales. Básicas para el funcionamiento de cualquier persona.
Claro, no me voy a olvidar: si hablamos de funcionamiento básico, tenemos que hablar de tres momentos al día para comer (suponiendo que desayunemos, almorcemos y cenemos, como algo normal), asearnos (una ducha no viene mal de vez en cuando) y ocuparnos del movimiento de elementos que esas dos cosas suponen. Me arriesgo con un número, diría que 3 horas por día las tenemos ahí.
Hasta este momento me olvidé a propósito de varias cuestiones que pueden ser normales para todos, como suponer que tengamos un traslado de casa al trabajo o a la facultad y visceversa. Nada de eso.
Por último, y como accesoria legal del día, digamos que nos gustaría disfrutar un poco de nuestra vida, cuerpo y mente: el momento de ver televisión, leer un libro o simplemente llorar de alegría porque ese día no tuvimos que hacer nada de más... porque a esta altura, me quedan (de nuevo, si no me falló la calculadora solar que tengo en las neuronas), 2 horas para hacerlo.
Vivimos en un mundo práctico. Casi no hay aspecto de la vida que no se pueda medir en estadísticas, números y cálculos. Pucha, si hasta ya hay científicos suizos que dicen poder medir el amor. Entonces, yo me voy a hacer el científico suizo por un rato, y me propongo una tabla de prioridades en base al costo de tiempo=dinero que tiene vivir.
1º Prioridad = Trabajo (8 horas).
2º Prioridad = Dormir (7 horas).
3º Prioridad = Estudiar (4 horas).
4º Prioridad = Comida e higiene (3 horas).
5º Prioridad = Ocio (2 horas).
Mi escasa capacidad mental sólo me deja entender que lo que más cuesta, es ganar dinero. Que curioso... creo que ya lo sabía.
Estamos en un momento de crisis mundial, recesión económica, inestabilidad social, goleadas de la Selección Nacional en Bolivia. Hago y hago cuentas... a ver si me ayudan.
Es de saber popular y bien conocido que una persona medianamente normal (si es que existe alguna) duerme entre 6 y 7 horas de promedio por día. Fantástico. Es una necesidad básica del cuerpo, y aparte un gusto enorme (los que compartan mi gusto por hacer fiaca me comprenderán).
Trabajar, suponiendo un trabajo normal, en blanco, con todas las de la ley, cuesta (en promedio) 8 horas diarias. Promedio, a veces la inflación hace que cueste un poco más sin poder quejarnos al respecto.
Digamos que a alguien se le ocurre estudiar. Nada exigente, no pongamos un ejemplo extremo, no vamos a decir que aparte de trabajar ocho horas se me va a ocurrir estudiar Medicina, Abogacía, Física Nuclear o Cine, pero digamos que me ocupe unas 4 modestas horitas por día, promedio entre cursar, estudiar, o hacer trabajos para la carrera en cuestión.
Hasta acá, si mi mente renegada de matemáticas no me falla, tengo 19 horas por día, promedio, ocupadas en actividades normales. Básicas para el funcionamiento de cualquier persona.
Claro, no me voy a olvidar: si hablamos de funcionamiento básico, tenemos que hablar de tres momentos al día para comer (suponiendo que desayunemos, almorcemos y cenemos, como algo normal), asearnos (una ducha no viene mal de vez en cuando) y ocuparnos del movimiento de elementos que esas dos cosas suponen. Me arriesgo con un número, diría que 3 horas por día las tenemos ahí.
Hasta este momento me olvidé a propósito de varias cuestiones que pueden ser normales para todos, como suponer que tengamos un traslado de casa al trabajo o a la facultad y visceversa. Nada de eso.
Por último, y como accesoria legal del día, digamos que nos gustaría disfrutar un poco de nuestra vida, cuerpo y mente: el momento de ver televisión, leer un libro o simplemente llorar de alegría porque ese día no tuvimos que hacer nada de más... porque a esta altura, me quedan (de nuevo, si no me falló la calculadora solar que tengo en las neuronas), 2 horas para hacerlo.
Vivimos en un mundo práctico. Casi no hay aspecto de la vida que no se pueda medir en estadísticas, números y cálculos. Pucha, si hasta ya hay científicos suizos que dicen poder medir el amor. Entonces, yo me voy a hacer el científico suizo por un rato, y me propongo una tabla de prioridades en base al costo de tiempo=dinero que tiene vivir.
1º Prioridad = Trabajo (8 horas).
2º Prioridad = Dormir (7 horas).
3º Prioridad = Estudiar (4 horas).
4º Prioridad = Comida e higiene (3 horas).
5º Prioridad = Ocio (2 horas).
Mi escasa capacidad mental sólo me deja entender que lo que más cuesta, es ganar dinero. Que curioso... creo que ya lo sabía.
jueves, 2 de abril de 2009
Frases célebres...
Yo, desaparecido? No, nunca. Ustedes están divagando...
Por variadísimas razones, y sobre todo una falta de inspiración algo monumental, anduve con pocas letras sobre el papel en este último tiempo. Y es curioso que justamente lo que me abrió el hambre de teclear un rato haya sido justamente una reflexión sobre el mismo tema.
Leí por ahí un fragmento de texto que hablaba de la necesidad de ciertos pseudo filósofos de dejar, más allá del núcleo central de sus ideas, una frase que cierre y que llame la atención. Es casi un requisito para legitimar todo lo que se dijo anteriormente, hay que dejar el boom para el final. Eso no es nada nuevo, se ve todos los días en cualquier noticiero o cualquier entrevista: una noticia no es noticia si el protagonista no tiró la frase para el título. Y muchas veces si no la tira, se la inventa, o se la saca de contexto y se la arma, siempre entre comillas, para generar el efecto que se busca.
Quizás mi ausencia este tiempo es una parte de eso: por más que reniegue, quizás no escribo nada porque no tengo esa frase que pueda dejar picando. Y ahí es donde me iluminé (eso es porque sin querer toqué con el codo la pared y prendí la luz del techo). Si nunca quise hacerlo, no es una razón válida para dejar de escribir y molestar al que quiera andar de pasada por este lugar.
Por ahí era una excusa más para no admitir que no tenía ganas, que estaba cansado, que soy histérico u obsesivo (chiste interno), o que cada vez se me hace más difícil disimular que no tengo nada interesante para decir... aún así, soy terco, y no se van a librar tan fácil de un delirio sin grandeza pero con un poco de perseverancia.
Por variadísimas razones, y sobre todo una falta de inspiración algo monumental, anduve con pocas letras sobre el papel en este último tiempo. Y es curioso que justamente lo que me abrió el hambre de teclear un rato haya sido justamente una reflexión sobre el mismo tema.
Leí por ahí un fragmento de texto que hablaba de la necesidad de ciertos pseudo filósofos de dejar, más allá del núcleo central de sus ideas, una frase que cierre y que llame la atención. Es casi un requisito para legitimar todo lo que se dijo anteriormente, hay que dejar el boom para el final. Eso no es nada nuevo, se ve todos los días en cualquier noticiero o cualquier entrevista: una noticia no es noticia si el protagonista no tiró la frase para el título. Y muchas veces si no la tira, se la inventa, o se la saca de contexto y se la arma, siempre entre comillas, para generar el efecto que se busca.
Quizás mi ausencia este tiempo es una parte de eso: por más que reniegue, quizás no escribo nada porque no tengo esa frase que pueda dejar picando. Y ahí es donde me iluminé (eso es porque sin querer toqué con el codo la pared y prendí la luz del techo). Si nunca quise hacerlo, no es una razón válida para dejar de escribir y molestar al que quiera andar de pasada por este lugar.
Por ahí era una excusa más para no admitir que no tenía ganas, que estaba cansado, que soy histérico u obsesivo (chiste interno), o que cada vez se me hace más difícil disimular que no tengo nada interesante para decir... aún así, soy terco, y no se van a librar tan fácil de un delirio sin grandeza pero con un poco de perseverancia.
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