Ahora les digo: miren mis mejillas
-Y aquí es donde se empieza a jugar fuerte-
Se puede besar una, que es la vida...
Se puede besar otra, que es la muerte.
Manuel Mandeb se levantó rápidamente. Se acercó a Ivette y le puso las manos sobre las mejillas. Entonces recitó.
Nadie vaya a copar. A mí me toca.
Yo soy el que ha venido para eso.
El jugador que apostará en tu boca
a la vida y la muerte con un beso.
Y la besó.
Fragmento del cuento "Las tetas de Devoto" de "El libro del fantasma", de Alejandro Dolina.