viernes, 10 de noviembre de 2006

Queremos matar al perro...

Otra vez escándalo en el fútbol argentino. Que se arreglan partidos, que no. Que se incentiva a los planteles, que no. Que hay coimas, que no. Que hay aprietes, que no. A ver si nos decidimos...

Ahora el detonante es el partido de Gimnasia de La Plata y Boca. Y la barrabrava que aprieta a los platenses para que no le ganen al rival, con tal de no beneficiar a su enemigo del alma, Estudiantes. La dirigencia no protege a los jugadores. Los amenazan de muerte. juegan con miedo. Un diario deportivo lo denuncia, y se armó el despelote. Curioso, algo que pasa todos los días, en todos los ámbitos de la vida cotidiana argentina, y ahora nos toca el alma.

Ahora se quejan también de los partidos arreglados sin coimas. Cuando uno pelea el campeonato y el otro pelea el descenso, empatan y se salvan los dos. ¿Y qué quieren? Si ambos rivales no se odian, no tienen motivos para desearse la desgracia mutua, y tienen la herramienta a mano que les permite a los dos llegar a su objetivo. No es justo, si, para el otro que pelea, pero la vida es así, no podemos tampoco quejarnos de lo primero que se nos venga a la mente solo por el hecho de mostrarnos en desacuerdo.

Tenemos secuestros, asesinatos, atentados, corrupción dirigencial y una larguísima lista de etcéteras por resolver, y el escándalo de la semana es que el campeonato argentino de fútbol de Primera División "no es serio". Vamos gente, ni que viviésemos en Suiza. Acá nunca fuimos serios, ni lo seremos. Y justamente de eso nos jactamos antes el mundo, asique no vale quejarse ahora. ¿O se creen que la estúpida idea esa de la "viveza criolla" sólo sirve para meter la mano y hacer un gol?

Hay que parar el futbol? No, para nada. El único que se ve perjudicado ahí es el hincha. Porque el directivo del club se dedica a la política en otro lado, y punto. Acá, eso es negocio asegurado. El empresario de televisión crea una campaña publicitaria para hacer masivo el seguimiento a los Pumas, a las Leonas o a Nalbandian. Y punto, sigue con el negocio. El que se queda sin ver a su deporte preferido es el común, el que tiene su cable a tierra una o dos veces por semana, que gasta a sus amigos cuando gana o se come las cargadas cuando pierde. Ese "folklore" del fútbol que tanto dicen ahora, porque cuando una palabra se pone de moda, vaya uno a sacársela de la mente, aunque esté tan mal implementada.

Hay que dejar a los barrabravas sin entrar a los estadios? Si, buenísimo. Pero sin salir de la cárcel también, porque no ls hace falta ir el día del partido a la tribuna para generar violencia. No es lo único que pueden hacer. Son factores de presión en el club, para cualquier situación: forzar a los jugadores (como ahora), "renunciar" técnicos, echar dirigentes, de todo. Son criminales, y como tales merecen estar atrás de unos elementos largos que van del techo al piso, y se llaman rejas. Están en unas casas grandes, llenas de pibes de 16 años que robaron tres manzanas para comer, y que gracias a las leyes de seguridad ahora pasan ahí más tiempo que en lugares un poco más productivos. Porque se gasta más en prisiones que en escuelas. Bueno, es otro tema.

Entonces, qué hay que hacer? Cambiar todo de raíz porque ya viene podrido desde la base?Uf, si. Pero habría que hacer lo mismo con tantas cosas... y no es simple, ni siquiera completamente posible. Hay que ir de a pasos... no vamos a arreglar el fútbol si no arreglamos a la sociedad, no vamos a arreglar a la sociedad con mala dirigencia, no vamos a cambiar a la dirigencia si no cambiamos la cultura en general y bueno, se hace una cadena. Una cadena bastante problemática, sobre todo cuando un sector es parte del otro.

Esto no se va a acabar nunca, pero muchísimo menos si nos dedicamos tanto a criticar actitudes de las que, por acto u omisión, somos parte. Y me parece que en eso se basan el 100% de todos nuestros problemas como sociedad. No hacemos lo que debemos, pero queremos que el otro lo haga por nosotros. El fútbol es parte la gente, lo componen seres humanos, y en este caso argentinos. No pidamos lo imposible.